El valor permanente de un legado cultural. Ese es el caso emblemático de la cultura clásica griega. ¿Qué riquezas nos transmite su legado? ¿Cuáles son sus corrientes de ideas o creencias que, con cálida intensidad, frotan nuestra piel aún hoy? A esto responde el libro ¿Por qué leer a los griegos?, de Hugo Francisco Bauzá, publicado por Luz Fernández Ediciones, un conjunto de lecciones dictadas durante el año 2024 en la galería ArtexArte. Doctor en Filosofía y Letras (París IV, Sorbonne), Bauzá fue profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, filólogo, especialista del mundo clásico y la mitología.
¿Por qué leer a los griegos?
Hugo Francisco Bauzá
Luz Fernández Ediciones
En el siglo XIX una Grecia antes sometida se emancipó del poder turco otomano. Poco antes de esto, en 1822, el poeta romántico Percy Schelley, en el prefacio de su drama lírico Hellas (La Hélade), manifestó: “Todos somos griegos. Nuestras leyes. Nuestra literatura. Nuestra religión, nuestras artes, tiene sus raíces en Grecia”.
El libro de Bauzá abraza la relevancia contemporánea de lo griego mediante diversos capítulos que versan sobre Homero entre el mito y la historia; y una mirada actual de la Orestía de Esquilo; las Bacantes de Eurípides; la figura trágica de Edipo; Los persas de Esquilo; la invocación de la villa de Pisón en Herculano, anegada por la infernal lava del Vesubio; o el descubrimiento del manuscrito de De rerum natura de Lucrecio en el siglo XV y su contribución a la apertura de la modernidad en Occidente.
Al iniciado en el estudio de la filosofía griega lo deslumbra su metafísica, su gnoseología, sus modos de comprensión de la dinámica del conocimiento; pero, la médula del legado de los griegos emerge de observar, como señala el autor, que “de nada vale ese saber si las acciones no se sustentan en la ética”. Como ejemplo, la actitud socrática recogida por el Critón o el deber del ciudadano de Platón.
Sócrates fue condenado a beber la cicuta bajo falsos cargos. Critón, uno de sus discípulos, lo visitó entonces. Le propuso escapar. La fuga era posible. Pero el filósofo, que predicó con su ejemplo de vida y nada dejó escrito, alegó que nunca desobedecería las leyes, aunque fueran manipuladas con pérfidos propósitos. La enseñanza clave del Critón es que las acciones adolecen de insustancialidad si no emanan del vigor ético, “que es la norma que debe guiar nuestro proceder, según argumenta Sócrates unos dos milenios antes de que Kant universalizara esta norma”.
Yo, Claudio novela de Robert Graves de 1934 Alianza Editorial
La antigüedad clásica también rebosa, entre otros, en Cesare Pavese, Albert Camus, Robert Graves, el autor de Yo, Claudio, o Paul Valery; y el universo griego revive con refinada palabra en Konstantínos Kavafis.
Como parte de su pensamiento, Grecia cultivó el arte de persuadir. Así “la persuasión es básicamente, el móvil que dinamiza sus asambleas y, por tanto, el punto de partida de su democracia, de las que la muestra es heredera”. Luego, Roma conquistaron a los griegos, pero estos los hechizaron con su filosofía, arte, retórica, arquitectura. Así se helenizó la Ciudad eterna. Varios griegos de prominente cultura fueron educadores de la aristocracia romana, como Polibio; y el epicureísta Filodemo dirigió una gran biblioteca en la villa de Pisón en Herculano. Augusto, el primer emperador, catalizó la helenización romana, lo que continuaron los otros emperadores filohelénicos, como Tito y el Adriano elevado a la celebridad literaria por las bellas palabras de las Memorias de Adriano de Margarite Yourcenar.
Un grupo de jovenes que personifican a sacerdotisas griegas participan en la ceremonia de encendido de la llama olímpica para los Juegos Olímpicos de Vancouver 2010 frente al templo de Hera en la antigua Olimpia.
EFE/Orestis
El llamado “milagro griego” fue la revolución del pensar racional, en contraste con las culturas modeladas por la cosmovisión mítica. La razón y el argumento ansiaban pensar lo que realmente es; por eso, “es clave de lo griego la búsqueda de la verdad; en ese sentido, a diferencia de otros pueblos que la entienden como producto de una revelación divina, los griegos se esforzaron por hallarla por sí mismos mediante procedimientos racionales”. De esta matriz intelectual nació la filosofía occidental en Jonia, en la costa oeste de la actual Turquía, entonces parte de la Hélade. Luego, Sócrates, Platón y Aristóteles, abarcaron la vida y el universo desde una meticulosa amplitud reflexiva.
La herencia de la Grecia clásica aún late en la etimología del vocabulario de ciencias y saberes modernos; en la arquitectura y sus órdenes clásicos, dórico, jónico, corintio; en el arte y su reflexión filosófica sobre el mismo; en rasgos como la mesura, la prudencia; en el respeto a la ley; en la democracia y la isonomía como igualdad de derechos civiles y políticos de los ciudadanos; o el concepto de humanidad, ya presente en Homero “cuando, frente al dolor de los seres humanos, no distingue entre griegos y troyanos”.
La aceptación el destino es emblemático del héroe griego, aun en la mayor adversidad. Lo trágico en Esquilo, Sófocles o Eurípides impedía la reducción de la vida a racionalismo puro e ingenuo, ajeno a la oscuridad en la existencia. Y Ulises, en su enfrentamiento con Poseidón, dios del mar, y en su riesgoso regreso a su hogar en Itaca, luego de la Guerra de Troya, simboliza la aventura como afirmación vital.
Una antigua losa griega inscrita, devuelta a Grecia por el Museo J. Paul Getty de Los Angeles en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas el viernes 9 de marzo del 2012. (AP Foto/Ministerio de Cultura de Grecia)
Y esas y otras huellas de la herencia griega aún son reconocibles en los desiertos digitales del presente.
Esteban Ierardo es filósofo. Su web cultural: La mirada de Linceo: www.estebanierardo.com