Algo ya se había visto en el partido de vuelta contra el Palmeiras en el Allianz Parque, también con Estudiantes en La Plata. Pero este jueves, versus Racing por Copa Argentina, River probablemente haya apretado los dientes como en ningún otro partido del año y con la diferencia, respecto a los anteriores, de que esta vez lo hizo casi sin desatenciones, con otra concentración. Con huevos, como resumió el propio Marcelo Gallardo, primero como un pedido en su conferencia de prensa post Riestra y luego como un análisis tras el 1-0 en el Gigante de Arroyito al conjunto de Gustavo Costas.
La obsesión del Muñeco por establecer un equipo que identifique a los hinchas con una idea que lo sostenga no está saldada, claro. En todo caso, los hinchas sí se sintieron representados en Rosario por un River que no le escapó a la lucha, que raspó cuando tenía que hacerlo, que aceptó la batalla física y verbal que iba a ser el duelo de cuartos de final con la Academia y estuvo a la altura en esa disputa contra un rival muy intenso que suele sacar provecho en esta clase de partidos (sin ir tan lejos, así le ganó a fines del año pasado en el Cilindro, casualmente -o no tanto- también 1-0 con gol de Salas en el primer tiempo).
Foto Marcelo Carroll
Y ésa es una base a partir de la que el entrenador deberá construir, pero una base al fin que es necesaria para conformar un equipo equilibrado y confiable, sin descuidos, que banque las paradas difíciles que fueron el talón de Aquiles durante los últimos años. Con un calendario que ahora le pondrá “finales” muy seguido por la tabla anual con el superclásico en un mes, con la Copa Argentina que tiene en el horizonte las semifinales contra Independiente (R) y luego con los playoffs del Clausura, Gallardo sabe que ya no sobra el tiempo hasta fin de año como para transformar al CARP en una sinfónica con un estilo depurado a la máxima pureza de sus ideas. Lo intentará igual, sí, pero de cualquier modo el CT, aspirando a ese objetivo desde siempre, deberá hacer un balance en diciembre con ajustes de mercado necesarios en algunos puestos clave, especialmente en la mitad de la cancha y acaso en la búsqueda de un centrodelantero completo. Pero mientras tanto hay que ganar y jugar lo mejor posible con lo que hay para no comprometer ese futuro. Y eso parece haber entendido MG también.
Foto Marcelo Carroll
Sin una línea de juego tan impregnada como la que tuvieron sus mejores equipos, Gallardo fue más pragmático con Racing. Así, adaptó -posiblemente más de lo que a él le gustaría idealmente- la estrategia en función del rival y de lo que le pedía el partido durante los 90’, con una mejor y más rápida lectura para los cambios y otro plan para la pelota parada. Habrá advertido que ésa era la manera, la urgencia que le pedía esta llave. Y acaso por eso no se haya visto a un River que juntara tantos pases sino más bien a uno directo, que intentó aprovechar los descuidos que ofrecía la Academia, y que luego defendió con uñas y dientes, atención, viveza, mañas para dormir el ritmo cuando debía hacerlo, con presencia para copar la parada en las discusiones arbitrales. Así, las estadísticas arrojaron una anomalía para lo que suele ofrecer, jugando bien, mal o regular un River de MG: perdió la posesión 37%-63%, una diferencia que no se vio en esos valores ni siquiera en la vuelta con Palmeiras o en el 0-2 contra Inter en el Mundial. En términos del propio deté: otra cultura. Era lo que River necesitaba, al menos este jueves.
Foto Marcelo Carroll
Hacia adelante, con otro tipo de rivales, la ambición será recuperar la desdibujada identidad que fue marca registrada de las mejores obras del Muñeco. Pero esta versión, la de otro River, uno que no se sonroja para pelear ni para defender en bloque, también tendrá que estar a mano como estuvo, en más de una ocasión, en los años felices.