El presidente Javier Milei admitió en la semana que hubo una “fuerte desaceleración” de la economía, pero la adjudicó a las iniciativas del Congreso y de la oposición, sobre todo del kirchnerismo, a quienes identificó como un “grupo de forajidos que quieren romper todo”. Lo cierto es que la actividad dejó de rebotar en febrero pasado, cuando alcanzó el pico máximo que ostenta la economía argentina desde 2012 y que no logra superar.
De febrero a julio, el producto bruto interno (PBI), de hecho, cayó 1,5%, según el último dato oficial del Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE), que publica el Indec.
Hay varias razones que explican por qué la economía no solo entró en un amesetamiento, sino que directamente comenzó a caer. En primer lugar, se encuentra el estancamiento del poder adquisitivo, con salarios que apenas empatan con la inflación, lo cual explica por qué el consumo masivo sigue sin despegar.
En segundo lugar, el crédito, que fue el gran motor de la recuperación en la segunda parte del año pasado, se frenó por el aumento de las tasas de interés y el alza de la morosidad.
Adicionalmente, hay que sumar que la industria y la construcción, dos sectores intensivos en mano de obra, siguen en niveles inferiores en un 7% a los de 2023.
“La decisión de impulsar una fuerte suba de tasas para moderar presiones cambiarias que pudieran trasladarse a precios en la previa a las elecciones bonaerenses tuvo impacto en el crédito, principal driver de la recuperación de los últimos meses de 2024. Además, la creciente incertidumbre por el desmanejo económico permite pensar que eventuales decisiones de consumo (durable) o inversión fueron postergadas. Y en lo relativo al consumo masivo, el congelamiento de los salarios (con la Casa Rosada evitando homologar paritarias con aumentos superiores al 1% mensual) sigue imponiendo un freno”, resumió la consultora LCG.
En agosto, si bien todavía no hay datos oficiales, habría habido un pequeño rebote vinculado con un tipo de cambio más alto, que abarata la producción local, pero también con un anticipo de compras ante la expectativa de una devaluación futura.
La consultora de Orlando J. Ferreres (OJF) estimó un repunte en agosto de 0,7% intermensual, gracias a una mejora de la intermediación financiera y del comercio, particularmente de la rama mayorista, y a la recuperación de la industria manufacturera y la actividad de minas y canteras.
Sin embargo, aclaró que, más allá del rebote de ese mes, el escenario hacia adelante es desafiante. “Las tensiones cambiarias y los traspiés políticos del Gobierno aumentaron la incertidumbre sobre una marcha económica que ya se mostraba aletargada. Los movimientos del Poder Ejecutivo en los últimos días, que lograron un apoyo explícito de la administración de Estados Unidos, sirvieron para calmar los mercados y alejar temporalmente las dudas sobre la sostenibilidad del programa, pero el rumbo de la actividad parece haber quedado ligado al resultado electoral de octubre”, señaló la consultora.
En la misma línea, el economista Gabriel Caamaño, de la consultora Outlier, remarcó que si bien pudo haber un rebote en agosto, septiembre volvió a ser un mal mes para la economía. “La actividad viene cayendo. Lo más probable es que este año crezcamos por debajo del promedio estadístico que había dejado 2024, entre 3,8% y 4%. Es el promedio contra el promedio anual de 2024. Entre puntas, el crecimiento termina siendo nulo o levemente negativo”, dijo.
De todos modos, para determinar cómo va a cerrar el año será clave saber qué pasará con las elecciones legislativas y qué medidas adoptará el Gobierno el día después en materia económica.
“Va a depender de si el equipo económico sale de las bandas cambiarias y si se acelera la inflación. Por eso todavía tenemos la duda sobre qué puede pasar en el cuarto trimestre, después de un segundo trimestre de estancamiento y un tercero de leve caída. Igualmente, se espera que continúe la tendencia recesiva; la duda está en si se acelera o no”, advirtió Lorenzo Sigaut Gravina, economista de Equilibra.
La consultora LCG también proyecta un crecimiento en torno al 4% anual para 2025, que implica asumir un repunte marginal en los últimos meses del año a partir de la oportunidad que abre la asistencia del Tesoro estadounidense y un desenlace electoral favorable para la administración Milei. “De todas maneras, medido diciembre contra diciembre, equivale a un crecimiento muy menor: del orden del 0,5% anual”, concluyó.