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«Hicimos la fiesta del estudiante, como no podíamos llevar alcohol nos juntamos todos antes en una casa así llegábamos lo más en pedo posible.»
Frente a 200 compañeros, docentes y autoridades del colegio como testigos, esta chiquita de 15 años me cuenta en una pequeña localidad de Santa Fe lo que yo ya sé. Pero no me resigno, porque me duele, porque me asusta, porque se me astilla el corazón de saber que los chicos están solos. Y piden ayuda. Y dan señales. Son nenas y nenes a las que la ropa de grandes no les va y la de chicos les ajusta.
La soledad de los chicos, la pérdida de sentido común de los padres. Padres y madres amorosamente tibios. Y no señalo con el dedo, yo también como padre estuve repleto de contradicciones.
Un hipopótamo muy grande
Imagino un sube y baja. En una punta, un hipopótamo muy grande que simboliza todos los peligros que tienen que enfrentar nuestros chicos en su camino a la adultez: adicciones varias (alcohol, drogas de diseño, marihuana, estimulantes diversos, vapeadores), apuestas online con el riesgo de ludopatía (este es un territorio que estaba vedado a los menores de edad y gracias a la tecnología hoy está a su alcance), grooming, cyberacoso, bullying, adicción a las pantallas, trastornos de ansiedad, estrés infanto juvenil, ideación suicida, trastornos alimenticios…podría seguir, porque el hipopótamo está creciendo demasiado.
Del otro lado, dos hormiguitas con las que simbolizo a los adultos que miran sin saber qué hacer, rezando bajito para que los chicos lleguen con la menor cantidad de esquirlas al mundo adulto. Estados que miran sin ver, docentes que son parte de un cuerpo social de brazos caídos.
Un hipopótamo, dos hormiguitas. ¿Hacemos algo o seguimos mirando?
La peor de las orfandades
«Educar es tragarte el portazo, comerte la rabieta, y no ceder, aunque el crío te mire con cara de perro cabreado. Aunque te tiemble el alma.» En estos días circula un video de una mujer que viste experiencia en redes sociales, en el que dice verdades que son una patada al pecho. Y duele.
Los chicos están solos, en la peor de las orfandades, que es la de la soledad con los padres vivos.
Y la pregunta de siempre, pero esta vez con más fuerza: ¿hacemos algo o seguimos mirando?
Yo elijo hacer algo, por eso escribo, por eso me sumo a los intentos de redes de familia de diferentes colegios, municipios e instituciones que me convocan. De 100 intentos de formar redes de familias funcionan cuatro; 96 se caen, pero cuatro funcionan. Y eso es lo que me importa («Los que dicen que es imposible no deberían molestar a los que lo estamos intentando»).
Salí a caminar, sin pantallas, dejá tu celular en casa. Foto Shutterstock.
La soledad de los chicos es el resultado de padres y madres que tienen miedo a sus hijos ( re-citando a Jaime Barylko). ¿Miedo a qué? a que sufran, a que los dejen de querer, a que queden solos, a la trampa del todos van/todos lo hacen/todos tienen. Y el miedo es el principal motor de esta soledad.
«No conozco un solo chico de 18 años que no se drogue», me decía un transportista de San Martín de los Andes donde estoy estos días terminando de escribir un libro. Y cómo duele.
¿Sabés qué es lo peor? Este es el juego en el que todos pierden. Los chicos que se sienten solos, los docentes que están en medio de la historia sin saber bien cómo intervenir y vos, que sos padre o madre, sufrís también de soledad, una soledad muy compleja porque es la soledad de las multitudes.
Ponés la cabeza en la almohada y decís: «Yo no quiero hacer esto. Quiero un NO, digo un SI». Y cada fin de semana el miedo de que algo malo le pase. Y si sucede, no te lo perdonarías, porque vos sabías que era poco seguro ese plan.
Pero «todos van y no puedo dejarlo sin amigos, no puede ser el único que no vaya a ese viaje o que no esté conectado todo el día». Aunque del otro lado de la puerta te quedes pensando que no le hace bien.
Las pantallas son puertas de entrada a un montón de riesgos. Foto Shutterstock
Así el hipopótamo también nos tomó de rehenes a los adultos. Y el chat de mamis y papis es un reflejo de una tribu que no sabe qué hacer y se pelea entre ellos.
«Si entre ellos pelean, los devoran los de afuera», decía el Martín Fierro. Los de afuera son los que le dan de comer al hipopótamo. Y se llenan las cuentas bancarias. No es conspiranoico. Es realista.
Se siente solo tu hijo, te sentís solo/a vos, se siente solo el docente. Y el hipopótamo se frota las manos y come caviar.
Te sentís solo cuando querés decirle que NO a tu hijo y te dice que sos el peor papá del mundo.
Te sentís muy sola cuando el padre de tus hijos te contradice ( o viceversa).
Se sienten muy solos ambos en la dirección del colegio cuando los padres autorizan que los chicos vayan a ese viaje en el que ustedes saben que muchas cosas complicadas pueden pasar.
También se siente solo el emergentólogo en la guardia del sábado a la noche atendiendo chicos con coma alcohólico.
Insisto, ¿hacemos algo o seguimos mirando?
Hagamos algo
Hagamos algo y contá conmigo, porque te quiero contar que yo como profesional de la salud a veces también me siento solo y llanero solitario en medio de esta jungla del disparate.
Sumemos soledades. Hagamos redes. Entendamos que el problema es uno, y la solución a ese problema también. Es lenta, es posible, y está en nuestras manos. Quiero decirte algo, y que me prestes mucha atención. Una mala noticia y una buena.
Padres y madres amorosamente tibios ante el «todos van, todos toman». Foto Shutterstock.
La mala primero: el hipopótamo se escondió en el cuarto de tu hijo y está haciendo de las suyas. Le da un voucher para degustación de todas las adicciones. Lo conecta con las aplicaciones peligrosas diseñadas para romper todos los filtros de control parental que existen. Le da shots de dopamina y cortisol para tratar de transformarlo en un adicto a la tecnología o a alguna sustancia que pueda conseguir. Lo introduce en el mundo de las apuestas online, mostrándole que hacerse rico en muy poco tiempo es tan fácil como hacer clic.
No lo ves, pero está ahí. ¿Viste que bien se esconde? No piensa en cuidar a tu hijo. El hipopótamo solamente se ocupa de él, de tu hijo te ocupás vos.
La buena noticia, aunque no lo sepas, sos un gran cazador de hipopótamos.
¿Qué podés hacer para sacarlo del cuarto?
Fortalecé el vínculo con tus hijos. El principal antídoto para el hipopótamo es la relación con vos y con los demás adultos primordiales. Sos el punto de soporte más importante para tus hijos. El factor de protección más fuerte, no importa la edad que tenga. Aunque disimulen. Recordá: son chihuahuas disfrazados de rottweilers.
Salí a caminar, sin pantallas, dejá tu celular en casa y pedile lo mismo. Decile que tenés que hacer ejercicio, eso suele funcionar (a mí me funcionó en su momento).
Preguntale cómo está y escuchá sin juzgar. Contale algo de vos, de tus sueños, de tus anhelos. Si le contás tus sueños, descubrirá una parte de tu esencia, de tu espíritu y eso le permite conocerte.
Preguntale de los suyos. Jugá como cuando era chico y se reían. Que nunca venga nadie a cortarte las alas, decile. Canten juntos “Y que nunca venga nadie a darte a ti lecciones. Tu que tienes corazones en los dedos”.
Mostrale que ser adulto puede ser un buen plan. Contagiá la pasión.
Acordate cuando era chiquito y te precisaba cerca, y te pedía que le rasques la espalda para dormirse. Hoy te necesita como antes, pero distinto. Perdé el miedo a decir esos NO que se escapan de tus labios. Son para cuidarlo, son regalos, son mimos, son herramientas para que entre al mundo adulto. Lo estás cuidando.
«Solo quien sabe decir NO puede decir SI». El NO empodera. Tu hijo lo precisa.
Y también precisa padres y madres poderosos que no le tengan miedo a los hipopótamos. Porque él o ella esta aprendiendo, jugando a ser grande.
Acordate: no podemos darle desafíos mayores a los que su capacidad de gestión pueda resolver, siempre y cuando el riesgo físico o psíquico no esté presente. Esto es: un cuarto desordenado, una prueba de matemática, si sale mal no es grave, tu hijo puede con eso. La soledad de las pantallas, el hipopótamo en el cuarto, con eso no puede. Ahí te precisa, ahí somos imprescindibles.
Perdamos los miedos, hagamos redes, padres, madres, docentes.
El hipopótamo ocupa mucho espacio pero se puede ir de a poquito si recuperamos el coraje y el sentido común, y entonces, solo entonces, podremos poner la cabeza en la almohada y dejar esa sensación de tristeza y soledad un poco más lejos. Los tiempos cambiaron, la esencia es la misma.
Si llegaste hasta acá, gracias. Y sabe que no estás sola, no estás solo. Somos un montón.
“No te rindas, por favor no cedas,/ Aunque el frío queme,/ Aunque el miedo muerda,/ Aunque el sol se ponga y se calle el viento,/Aún hay fuego en tu alma,/ Aún hay vida en tus sueños/ Porque cada día es un comienzo nuevo,/ Porque esta es la hora y el mejor momento./Porque no estás solo, porque yo te quiero.”
Lo decía Mario Benedetti, y lo digo yo…No te rindas. Por los chicos, por vos, no te rindas. Somos un montón.
¿Y sabes qué, hipopótamo? No te tenemos miedo.
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