Con márgenes ajustados y un clima cargado de incertidumbre, las decisiones de manejo serán determinantes en la campaña 2025/26. “No hay recetas únicas: esto es ambiente por ambiente”, sentencia Marcos Murgio, especialista en soja del INTA Manfredi, al analizar las principales variables para encarar el nuevo ciclo.
¿Cómo se perfila la campaña que viene? “La respuesta no es fácil; es complicada y heterogénea, con un grado importante de incertidumbre”, responde. Y si bien las lluvias de invierno ayudaron a recargar los perfiles y los pronósticos se inclinan hacia un año neutro, Murgio insiste: “el partido de la soja se juega lote a lote, ambiente por ambiente”.
Al referirse a la estrategia de manejo adecuada sostiene que la clave está en el diagnóstico. “Un planteo más ofensivo o más defensivo va a depender de cada lote. Hay algunos que, por influencia de napas freáticas o por buenos niveles de recarga, permiten arriesgar con un manejo más agresivo, buscando potencial de rendimiento con siembras tempranas , desde fines de octubre, y grupos de madurez relativamente cortos, alrededor del cuarto largo”, señala. Son planteos típicos de la zona núcleo (sudeste de Córdoba, sur de Santa Fe y norte de Buenos Aires), donde se concentran los mejores suelos.
En el otro extremo, los esquemas defensivos intentan ubicar el período crítico de la soja -alrededor de R5- en condiciones más favorables. “Generalmente se apoyan en grupos de madurez más largos y siembras de diciembre en adelante, como suele ocurrir en el norte del país”, explica. Esta estrategia se ajusta mejor a contextos de suelos más secos, donde la oferta hídrica llega más tarde y las temperaturas de enero son muy elevadas.
Sobre densidad de siembra, puntualiza que, en soja, mover la densidad tiene un efecto menor que en maíz. “En ambientes restrictivos tendemos a subir un poquito la densidad, de 25-30 plantas a 30-35 plantas por metro cuadrado, porque la plasticidad del cultivo está restringida. Subiendo la densidad compensamos, aunque la respuesta es mínima”, detalla.
Pero lejos de simplificar en recetas cerradas, Murgio insiste en la necesidad de medir y conocer el historial de cada lote. “El productor conoce sus campos, pero siempre hay que medir, porque los niveles de agua varían año a año y lo mismo ocurre con los nutrientes del suelo”, remarca.
Además, advierte sobre un punto clave: la convivencia con el riesgo. “Cualquier decisión de manejo -fechas de siembra, grupos de madurez o elección de variedad- viene con un grado de incertidumbre. Hay años en que determinadas combinaciones funcionan muy bien y otros en que rinden más otras. Esa variabilidad climática hace que siempre haya un factor aleatorio en juego”, enfatiza.
Genética y nutrición
La genética es otro de los pilares. “Hoy hay en el mercado muy buenas variedades con tecnologías como Enlist o Conkesta. Ha habido una evolución en el background genético que lleva a estos eventos. Los potenciales de rinde de las nuevas variedades están siendo bastante superiores a las primeras”, pondera.
Según Murgio, “hay una evolución del rendimiento por parte de la genética que oscila alrededor de 20 a 30 kilos por hectárea por año en promedio, según el ambiente. Pero dentro del conjunto de cultivares hay cosas mejores y peores, por eso es importante no quedarse con el marketing sino mirar los datos. Y lo bueno es que hay información disponible, generada por INTA y otras instituciones, que permite elegir mejor”, resalta.
En materia de nutrición, el investigador insiste en la importancia de un buen diagnóstico y advierte sobre la deficiencia de fósforo y azufre en la mayoría de los lotes con muchos años de agricultura.
Murgio sostiene que a la leguminosa hay que mirarla dentro de un sistema. “Los cultivos de servicio son una buena herramienta. Nos permiten cuidar el suelo, generar cobertura, aportar materia orgánica y, según la especie, colaborar en el control de malezas. La soja tiene que ser parte de un sistema y su productividad depende de ese sistema”, sostiene.
En definitiva, el partido de la oleaginosa más emblemática de la Argentina se gana con planteos inteligentes, con diagnósticos precisos y apostando por la estrategia que mejor le vaya a cada ambiente. Porque no todos los partidos ni las canchas son iguales.