Misiones
Amor que no conoce de límites
La fuerza de una madre que nunca bajó los brazos: «Yo sé que el amor sana»
Hay historias que trascienden, como el amor incondicional de una madre por su hijo. Historias en las que la entrega no conoce límites y el vínculo que los une va más allá de toda dificultad. En este Día de la Madre, el ejemplo de Adela Ana María Moroz (61) y su hijo Juan Manuel Pintos Moroz (24) se erige como un verdadero testimonio de vida, fe y esperanza.
La entrevista nos traslada a Jardín América. Allí vive Adela, docente jubilada, quien dedica cada hora de su día a cuidar y amar a su hijo Juan Manuel, que mañana cumplirá 25 años. “Juan Manuel nació con cinco meses de gestación, con tan sólo 500 gramos y parálisis cerebral. Las probabilidades de vida eran cero, pero él está vivo. Es mi motor, mi impulso para seguir, para vivir y luchar por él”, contó emocionada a El Territorio.
El papá del joven no está presente, por lo que Adela asumió sola la tarea de atenderlo y acompañarlo. Juan Manuel no habla ni camina, y requiere cuidados constantes. Durante sus años como docente de Educación Artística, mientras daba clases, una enfermera se encargaba de asistirlo. “Por su condición, necesitaba sí o sí de una persona profesional que esté a su lado”, recordó.
Después de casi cuatro décadas frente al aula, Adela se jubiló hace dos años. Desde entonces, su dedicación es plena a su hijo tan deseado. Juan Manuel, además de parálisis cerebral, padece epilepsia refractaria. Es un combo riesgoso y relató que en el momento que él convulsiona, no puede manejar el miedo de perderlo, porque las convulsiones pueden ser simultáneas y muy seguidas. Pero la fuerza de una madre hace que lo atienda y entregue todo de sí para que se recupere.
A lo largo de los años, su fortaleza se sostuvo en la fe y en el amor. “Yo sé que el amor sana. Siempre me aferré a la parte cristiana, tuve esperanza. En el medio fue duro, hubo lágrimas y miedos, pero qué más puedo pedir si es lo que me tocó enfrentar en la vida como mamá. Entonces siempre enfrenté la realidad, nunca bajé los brazos, y ahora que estoy jubilada la dedicación y el tratamiento son mayores para mejorar su condición de vida”, relató.
Su vínculo con Juan Manuel es profundo e indisoluble. “Por la crianza y la vida de mi hijo formamos un solo corazón. Nos amamos tanto que somos una sola persona: yo vivo por él y él por mí. Siempre quise tener un hijo, acepté desde el primer momento su condición. Al ser mamá, una debe estar preparada para afrontar cualquier situación”, afirmó.
Una vez, un neurólogo le dijo a Adela: “Su hijo va a vivir los años que usted quiera”. Y la historia parece darle la razón. Desde bebé, las probabilidades de vida de Juan Manuel fueron nulas, sin embargo, mañana celebrará sus 25 años. Para Adela, es el amor de su vida y el mayor regalo que puede recibir en esta fecha. “Estar con él, verlo feliz y tenerlo con vida, a pesar de todas sus patologías, me llena de satisfacción”, expresó.
“Ser mamá significa amor, entrega plena, dedicarle mi tiempo para que tenga esperanza de vida, porque él también hace mucho sacrificio para vivir”, agregó con ternura.
Como una mamá que lucha día a día por el bienestar de su hijo, Adela quiso dejar un mensaje a quienes comparten su misma historia: “Les digo que lo cuiden, que enfrenten la realidad y no se desanimen, ni en lo espiritual ni en lo físico, porque el amor que uno dedica sana y salva”.
Y también habló para las demás: “A las madres que no tienen un hijo con alguna patología, les pido que promuevan la inclusión, para que todos tengan oportunidades. Es lo más lindo ser mamá. Yo siempre lo quise ser, y a pesar de todo el esfuerzo que implica tener un hijo con una patología, es lo más hermoso que hay”.
Adela Ana María Moroz es una madre que convirtió el amor en fuerza y la vida en un acto de entrega infinita.
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