El deporte siempre ha sido sinónimo de esfuerzo, pasión y comunidad, pero no puede vivir aislado de las preocupaciones sociales, de hecho, en los últimos años, se ha convertido en un espejo del mundo que queremos construir. Se espera algo más que celebrar récords, victorias y disfrutar del show. Toca mirar lo que hay detrás de cada evento, de cada estadio lleno y de cada maratón. El deporte deja huella, y no solo emocional, sino ambiental. Las toneladas de residuos, los desplazamientos masivos y el consumo energético de las competiciones nos obligan a repensar cómo vivimos y organizamos el espectáculo deportivo.
Hoy, los organizadores de torneos ya no pueden ignorar el impacto ecológico. Incluso en terrenos menos visibles, como en las apuestas Europa League, la sostenibilidad empieza a entrar en juego. Las plataformas online que ofrecen este tipo de entretenimiento están revisando su huella digital optimizando servidores, reduciendo el consumo energético y colaborando con proyectos de reforestación o compensación de carbono. Puede parecer un gesto pequeño, pero en un entorno donde millones de usuarios se conectan a diario, cada grano de arena tiene valor. La sostenibilidad, poco a poco, se abre paso también en el universo digital del deporte.
En los grandes eventos, la basura sigue siendo el gran desafío. Miles de botellas, envoltorios y pancartas acaban en los contenedores tras cada carrera o partido. Pero algo está cambiando, valga como ejemplo la última Maratón de Buenos Aires, donde se eliminaron los plásticos de un solo uso y se apostó por vasos reutilizables y puntos de reciclaje en toda la ruta. Del mismo modo, en Berlín o en Kona (Hawái), las organizaciones ya trabajan con certificaciones verdes y planes de transporte sostenible para reducir emisiones. Se demuestra que es posible mantener la emoción de un evento sin hipotecar el futuro del planeta.
Más allá de ensuciar menos o de limpiar después, se trata de planificar con responsabilidad desde el inicio. Las distancias recorridas, los vuelos y las luces de los estadios tienen un costo ambiental demasiado alto que hay que asumir y trabajar para reducirlo.
En este sentido se actúa, el Comité Olímpico Internacional ya ha lanzado su programa “Climate Positive”, que pretende que todos sus eventos Olímpicos a partir de 2030 sean positivos en carbono, es decir, que aporten más al planeta de lo que restan. Es una declaración de intenciones poderosa con la clara intención de que el deporte lidere la tan necesaria transición ecológica.
Por otro lado, el vínculo entre medioambiente y salud mental se hace cada vez más evidente, tanto en los atletas como en los que disfrutan del deporte como observadores. No son pocos los deportistas que confiesan que entrenar en la naturaleza o al aire libre les ayuda a encontrar equilibrio, claridad y calma. El contacto con el entorno natural mejora el rendimiento físico y cuida la mente. Por supuesto, para el ciudadano, los beneficios son evidentes a cualquier escala, cuidar el planeta y cuidarnos son dos caras de la misma moneda.
Cada día surgen más ejemplos esperanzadores. Clubes en España y América Latina instalan paneles solares, reutilizan agua de lluvia y cambian la iluminación de sus estadios por sistemas LED. Otros impulsan campañas de reforestación, limpian playas o reciclan materiales deportivos. Son pequeñas victorias silenciosas que, juntas, empiezan a escribir una nueva historia para el deporte.





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