Octubre tiene algo en el aire. ¿Será por el aroma a césped recién cortado que hay en los parques? ¿O por el color rosado de los lapachos alzándose ávidos hacia el cielo desde las calles? Las máquinas de pasto pasean más a menudo por las plazas; y el aire se llena de colores nuevos. Octubre trae algo consigo. Siendo un mes que no es inicio de estación, trae sin embargo la certeza de que la decidida marcha hacia el verano ya ha comenzado. Cada mes tiene sus sentimientos. Octubre, por ejemplo –y esto puede ser motivo de un gran debate–, es el mejor mes para tener las ventanas abiertas. Porque ya no entra el penetrante frío de junio (con excepciones como las de esta semana) ni se conoce todavía el sofocante aire que vendrá en enero.
Octubre tiene el delicado viento de la media estación. El año comienza a declinar, la luz cambia y el mundo se prepara para los nuevos ciclos. Todavía no es el mes de los brindis ni de los balances, pero los estudiantes en los colegios ya comienzan a pronunciar más seguido la palabra “examen”. ¿Son los docentes haciendo de las suyas para armar los promedios escolares? De otros lares llegan noticias de otoños que deshojan árboles. En Sudamérica, las lunas caen sobre los campos recién sembrados.
Octubre es también el mes de Halloween; y el mes del Oktoberfest en Múnich y del Festival del Medio Otoño en China. Halloween mezcla las tradiciones celtas antiguas con costumbres cristianas modernas. Está centrado en los disfraces dark combinados con la frase del “trick or treat” –“dulce o truco”–.
Lucía y Carmela (7 y 12) ya han sacado del placard sus sombreros y sus vestidos de brujas y dibujan ahora un mapa del barrio. ¿Quién les regalará golosinas este octubre? ¿Harán como el año pasado, que impedidas de comer azúcar por sus padres, guardaron los dulces en un bowl? Son extrañas las modas. La moda de Halloween llegó justo en la época en la que se impuso la Ley Seca contra el azúcar. Las fantasías octubreñas de Halloween también leudan con la pasión argentina por el aire libre. Octubre es el mes en que los bares en las veredas explotan.
Durante años, octubre ha estado acompañando a quien esto escribe de maneras muy misteriosas. Las fechas de cumpleaños de Charly o de John Lennon no le resultan de utilidad para matizar la idea de que él es 10 del 10. Fecha difícil de asimilar, en un país tan afecto a que las cosas nunca estén al cien por cien de sus posibilidades. Son muchos los símbolos y las imágenes. Pero a él, misteriosamente, le viene la imagen de una llave rota. Eso es así porque, el día en que nació, su padre encontró una llave rota en el piso. La levantó y la colocó en el llavero que todavía usa. Por razones de biografía, su padre nunca le quiso regalar esa llave. Pequeños secretos. Lo de la llave rota de octubre le ha enseñado que siempre en la felicidad hay algo intransferible. Y que algo de ella, ni aún con nuestros seres más queridos, se comparte.
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